Tener confianza… contar con la confianza de los demás… ser uno mismo confiado… son expresiones básicas y necesarias de la vida. Sin la necesaria confianza, las personas nos encerramos en nosotros mismos… y la vida pierde sabor y el vigor necesario.
Hablando con parejas que llevan años viviendo juntos… con grupos de amigos… en una comunidad religiosa, lo que se valora para la convivencia, casi siempre es la confianza mutua. Y también ocurre al revés: lo que más daña una relación y convivencia, lo que más dolor produce es la desconfianza. Es muy difícil convivir en un grupo e incluso rendir en un trabajo, si percibes la desconfianza de los demás. La desconfianza es un freno potente, casi mortal, para la relación.
Y es que, una vez más, es verdad aquello de que “quien te cree, te crea”. Cuando nos encontramos ante personas que nos creen, que se fían de uno, que te estiman…las personas crecemos y nos desplegamos…y damos lo mejor de nosotros mismos. “Con-fiar” se deriva del latin “con-fidere” que viene a decir fiarse juntos, crecer con el otro, apoyarse mutuamente. Voy creciendo en confianza en la medida que otros van confiando en mí.
Así debería ser siempre… pero la vida nos ha llevado a desconfiar… si encuestras en quien confiar tienes un tesoro