La única forma de afirmarse válidamente es el amor. Y la amistad es la plenitud del amor. En la amistad el hombre se reafirma auténticamente.
La amistad es una modalidad de interrelación creadora. Eleva y desarrolla la personalidad dándole nuevas dimensiones, hasta la salida del “yo” para el “tu” y la sociedad.
El amigo nos abre compartimientos cerrados. Nos ayuda a ser nosotros mismos. Nos enriquece con todos los bienes que él ha conseguido descubrir en nosotros. El amigo da seguridad. El sustituye a los mecanismos de defensa con que malamente se autodefiende el que vive en el dolor de la soledad.
Quien disfruta de la amistad se siente seguro en su misión, libre de prejuicios. La estima de los otros le conduce a la autoestima, porque los otros son un espejo en que él se mira. Al sentirse amado, se siente valorado.
No se juzga a un ser despreciable sino que se le lleva a acogerse y autoestimarse a pesar de sus quebrantos.
Y es que el amigo es verdad para nosotros. Y esto porque nos ve ni demasiado lejos como quienes pasan a nuestro lado sin mirar, ni demasiado cerca como uno mismo. De tanto mirar de cerca su propia imagen, termina por no verse porque, o le lloran los ojos o se ha enamorado de sí mismo.
Publicado el 06-11-1983 en el semanario "Nuestra Comunidad", de la Iglesia San Judas Tadeo, Maracaibo, Estado Zulia