Dios es gratuito. Se da y se recibe gratuitamente. Es gratuita la vida, el mundo, el amor.
Es gratuito el color...el perfume de las flores… el canto de las aves… Es gratuito la relación personal: nadie sabe por que se enamora. Todo es gratuito. El mismo encuentro con Dios es siempre un acontecimiento inesperado. Todo es gratuito... A Dios... no lo logramos por nuestro esfuerzo, es él quien tiene la iniciati va. Se nos entrega...se nos da... viene a nosotros. Por eso Dios es siempre una sorpresa, no un mérito. Es un don, no una remuneración.
La experiencia de Dios, y de la vida toda, como don gratuito nos tiene que impulsar a vivir en ese clima de generosidad y entrega. Toda la vida cristiana consiste en el amor. Y amar, solamente amar, es el fin del amor.
La vida del amor es gratuita. No espera nada a cambio. No exige nada.. Después del amor no hay sino otra oportunidad para entregarse. Somos siervos que cuando amamos no hemos hecho sino lo que teníamos que ha cer. Después de hacer todo: dar la vida por la familia o trabajar hasta el desfallecimiento por la justicia, después de haber arriesgado y quemado la vida por amor no tenemos nada que exigir: “Hemos hecho lo que teníamos que hacer“. En esto consiste la pobreza radical evangélica: darlo todo gratuitamente… sin esperar nada a cambio. Como Dios nos ha dado a su Hijo solo por amor. Como Jesús que se entregó hasta dar la vida solo por amor a nosotros. Nuestra fe crece cuando sabemos limpiar nuestro corazón de tantas ataduras.
Recuérdalo: cuando te apartas del fuego, el fuego sigue dando calor, pero tu te enfrias… cuando te apartas de la luz, la luz sigue brillando, pero tu te cubres de sombras...; no te apartes de Dios!