Nuestra vida cristiana está llena de peticiones. Nos acercamos a Dios para pedirle. Parece que no supieramos otra cosa que mirar nuestras necesidades y decirle que las remedie. Hay que aprender a ser agradecidos. La acción de gracias es una formula espléndida de oración. Es un medio muy rico de relacionarnos con Dios. Ser agradecidos es un deber. Cuando alguien te ha hecho un favor lo normal es que tengas un sentimiento de agradecimiento hacia él. Responder a su favor... reconocer el bien que te ha hecho… es de bien nacidos. El agredecimiento surge ante un don gratuito... Ante un bien que no has merecido. Cuando recibes el sueldo no tienes nada que agradecer. Te lo deben en justicia.
La acción de gracias nace ante la gratitud: se es agradecido con la “acción de gracias“. Es decir, ofreciendo gratuitamente lo tuyo a quien te ha concedido de balde lo suyo. Se dan las gracias realizando gratuitamente acciones positivas en beneficio de los demás. La acción de gracias nace de un deber y se resuelve en un acto de amor y de entrega hacia quienes antes te han amado gratuitamente. La acción de gracias es la primera respuesta al amor. Es la apertura al encuentro… Es dejarse enganchar y “ligar” por quien ha mostrado un interes por ti y se te ha entregado. Por la acción de gracias se genera una dinámica de encuentro, de relación mutua, de amor correspondido. Es la respuesta gratuita del amor a quien te ha hecho bien. Esta dinámica engendra amor y una entrega fraterna. Lo que Dios suele despertar antes que nada es admiración. Esta admiración es la que nos conduce a una vivencia religiosa en la que predomina la alabanza y la acción de gracias.