A veces soñamos ilusoriamente en dar la vida heroicamente. En el fondo es otra forma de querer sobresalir. El cristiano de apie tiene otras formas de dar la vida desde lo cotidiano. A veces estamos dispuestos a dar la vida en causa grandes y en cambio nos sentimos incapaces de perdonar una pequeña ofensa de la esposa o esposo, de los compañeros, de los hermanos… estaríamos idealmente dispuestos a jugarnos la vida en empresas lejanas… y olvidamos que nuestro verdadero lugar esta en lo cotidiano, en cada rincón, en cada hombre o mujer, en el anonimato de la vida familiar.
A veces nos olvidamos que Dios no nos pide heroísmos, sino ese amor real, concreto en aceptar al compañero de trabajo tal cual es, asumir lo real de cada día… Dios nos pide el granito de cada día. No se trata de hacer cosas extraordinarias sino hacer lo ordinario de modo extraordinario… y solo el amor da esa cualidad… Cada día, cada persona, cada oficina, cada hogar son lugares privilegiados para ofrecer y dar vida. Es un ejercicio duro porque requiere mucho amor a Jesús... pero es un ejercicio que da sentido y belleza a nuestra vida.