Por el evangelio vemos claro que no estamos autorizados para juzgar nunca a nadie. Juzgamos antes de tiempo y valiéndonos sólo de las “apariencias”. Además cuando uno más se adentra en una relación cercana con las personas más nos damos cuenta del misterio que cada persona alberga dentro de sí. Cuando nos acercamos a la persona por dentro, nos damos cuenta que muchas de sus actuaciones, gestos, silencios… incluso exhibiciones son proyección de sus heridas, complejos, miedos e inseguridades. Frecuentemente nuestros juicios sobre los demás se sustentan en escenarios creados artificial y mentalmente por nosotros mismos. No responden a la realidad. Lo nuestro no es juzgar sino acoger y respetar… aunque no entendamos lo que está ocurriendo en el otro.
Como dice un autor “El amor no comienza con la palabra y el abrazo… comienza con nuestros pensamientos y sentimientos”. La verdad de las personas no está en lo que nos revelan sino en lo que no puede revelarnos. Si queremos entenderlas no escuchemos lo que dicen sino lo que callan. Aprender a vivir es aprender a acoger al otro, tal cual es… Sin juzgarlo ni condenarlo. Debemos aprender el amor y la misericordia porque nosotros estamos para amarlos… nunca para juzgarlos.
Vivimos juzgando es verdad… sabemos que solo Dios ve todo… y él solo sabe el porqué 😕😔