Necesitamos aprender a vivir…necesitamos aprender a no juzgar… juzgar resta vida y energía…a uno mismo y a los demás. Hoy como ayer hay modos de mirar al prójimo que si no son propiamente juicios los preparan. Son el “moralizar”, el sospechar sistemáticamente de los otros… el medir únicamente con nuestras propia vara… el descalificar a los demás en lugar de acogerlos… El “interpretar” intenciones y gestos…El emitir juicios de valor sin que nadie nos lo pida. Se trata de ir poniendo “adjetivos calificativos” a todo lo que sucede entorno y sin que nadie nos haya autorizado a ello. Mil formas de acercarse peligrosamente al juicio del hermano. Por encima de todo, se esta dando hoy, especialmente en algunos medios de comunicación y tertulia, un modo brutal y asesino de juzgar a los demás.
Se sacan en público y se airean los secretos de las cambiantes y fugaces relaciones de algunas personas… sus amores mezclados de infidelidades. Se trata de ese vicio en aumento día a día, que consiste en “despellejar” a las personas… desnudarlas hasta el alma relatando cosas y cosas que deberían quedar solo para las propias personas y su intimidad. Y cuando se agota un caso, vamos por otro. No importa que sea verdadero o falso… el caso es tener delante a alguien con quien poder entrar a saco. ¿Desnudar el cuerpo? Lo que es grave es desnudar el alma y sin piedad… y grave porque atenta contra la ética y contra la dignidad elemental de la persona humana.